¿Qué harías por tu mejor amiga?
Un cuarto de hora más tarde de la acordada y
al ver que Sandra, su mejor amiga, no iba a llegar a tiempo para ir a la fiesta
de su propio hermano, Helena decidió subir al autobús sola. Ya dentro recibió
un mensaje de Sandra:
“Si
quieres volver a ver a Sandra estarás en la Plaza de España en quince minutos”.
Lo leyó varias veces al no dar crédito a lo
que estaba leyendo. Se levantó de su asiento y corrió hacia el conductor, pero
el autobús ya había empezado a circular. Tras varios minutos de discusión el
hombre accedió a parar el bus. Helena salió de allí a toda velocidad en
dirección a la Plaza de España.
Diez
minutos más tarde con la respiración entrecortada y maldiciendo no haber hecho
ejercicio durante dos meses, divisó a Sandra, pero no estaba sola. Iba
acompañada de dos hombres cuarentones y de aspecto descuidado. Conforme se iba
acercando pudo ver que la cara de Sandra reflejaba ¿miedo? No podía ser, su amiga del
alma, “la veinteañera que no teme a nada”, ¿con cara de miedo?.
Al llegar donde estaban aquellos desconocidos
y Sandra, descubrió la respuesta a su pregunta. Uno de los hombres tenía una
navaja, cuya punta estaba posada en la espalda de su mejor amiga. Miró a Sandra
y luego a aquel despreciable hombre. No entendía nada, ¿cómo podían dos jóvenes
que estaban acabando la carrera de Medicina, que siempre estaban en casa
estudiando, que solamente salían los viernes por la noche y los sábados,
haberse metido en aquel lío?
Al rato se les acercó un cincuentón gordo con
cara de circunstancias que solo hizo una pregunta:
- -Helena,
¿qué harías por tu mejor amiga?.
Esa
pregunta la descolocó, ¿cómo podía saber aquel hombre su nombre?, ¡¿por
Sandra?!, ¿qué le iban a hacer a Sandra? Miró a su alrededor ¿es que nadie se
estaba dando cuenta de lo que estaba pasando entre esas personas? Ya al borde
de un ataque de ansiedad contestó:
- -haré
lo que sea por Sandra, lo daré todo por ella si hace falta.
- -bien,
lo que suponía, entonces os venís las dos. Y por cierto me podéis llamar Josh.
El hombre que quedaba sin hacer nada cogió
del mismo modo a Helena y las metió a las dos en un Rolls Royce negro. Josh se
sentó en el asiento del copiloto y los otros dos hombres se fueron andando
tranquilamente. Las dos amigas se miraron y se cogieron de la mano, entonces
Helena le preguntó con mucho temor al hombre:
- -¿por
qué nosotras?
Aquel hombre
respondió a la pregunta con una carcajada y una simple respuesta: “pronto lo
sabréis”.
A los veinte minutos de trayecto llegaron al
destino. Era una casa rural muy antigua de la sierra de Madrid, cuyo nombre era
“Villa Encina”. A las chicas el nombre les pareció poco trabajado ya que toda
la vegetación del terreno eran encinas.
Al salir del majestuoso coche ya las estaban
esperando dos matones que las revisaron y les quitaron el teléfono móvil y
demás cosas que les permitieran comunicarse con alguien. Entraron en la casa y
llegaron a un pasillo con muchas puertas, abrieron una de ellas y las metieron
a las dos en una habitación sin amueblar y con olor a humedad. A los cinco
minutos llegó Josh y les explicó que sabían que estaban a punto de encontrar la
cura para la esclerosis múltiple y que pensaban vender la vacuna a precio de
coste, lo que a ellos no les parecía bien. Por lo que las iban a convencer de
cualquier forma, incluido el maltrato para que cambiasen el precio.
Al acabar de hablar Sandra dijo que no iban a
cambiar de idea bajo ningún concepto. Y Josh le contestó:
- -eso
ya lo veremos.
Y las volvió a encerrar.
Cuando ya no pudieron escuchar sus pasos
Helena le mencionó a Sandra:
- -si
esta puerta no tiene más seguridad que una cerradura podemos salir de aquí
Y se
quitó una horquilla.
- -Mi
prima mayor me enseñó este truco cuando yo era pequeña y creo que me acordaré,
pero tenemos que pensar cómo llegar a la calle sin que nos pillen, porque
seguro que nos están vigilando.
- -Bueno
pues, en lugar de salir nosotras, vamos a intentar que nos saquen de aquí.
Porque algún teléfono debe haber por esta casa - dijo Sandra-.
- -¿Y
si nos pillan? -preguntó
Helena.
- -No
nos harán nada, nos necesitan vivas, además no vamos a perder nada por
intentarlo.”
Se acercó a la puerta y empezó a hacer unos
movimientos con las manos que Sandra no alcanzó ver.
- -Cuando
salgamos de aquí te enseñaré a hacerlo.
Al cabo de unos minutos consiguió abrir la
puerta.
- -Venga,
date prisa si no quieres que nos descubran.
Salieron de la habitación y empezaron el camino
en busca de algún teléfono. Recorrieron las partes de la casa por las que
habían pasado y como no encontraron nada, decidieron entrar en un cuarto que
parecía un despacho. Ya dentro les pareció oír una voz que provenía de fuera de
aquella estancia; era muy parecida a la de Josh pero no oyeron la de nadie más,
por lo que supusieron que estaría hablando por teléfono, ya que no querían
arriesgarse a que las viese se escondieron detrás de una mesa.
Cuando Josh acabó, entró en el despacho, dejó
el teléfono, cogió unas llaves que estaban encima de la mesa y se marchó. Las
chicas pensaron que ese era el momento perfecto para hacer la llamada al 112.
Cogieron el teléfono, marcaron y esperaron. Al segundo bip les contestó una voz
masculina y las chicas empezaron a
contar lo que les ocurría, dónde se encontraban, etc. El hombre les dijo que
iba a enviar a alguien a que las ayudara. Después de colgar oyeron una alarma.
Las habían descubierto.